Cómo la explotación laboral nos aleja de tener salud mental

¿Estas cansado de que todas tus metas que te propones en año nuevo no se cumplan?

Si quieres tener cambios reales o hacerlo de manera distinta te invito a leer este post que se aleja de las cosas que nos han dicho que tenemos que hacer.

Además, te ayudará a entender que está pasando contigo.

Te invito a hacer cambios reales.

La cultura de la sobre explotación

¿Porque quedarnos horas extras sin paga es aplaudido?

Estamos tan inmersos en la cultura donde salir siempre después de tu hora laboral te hace quedar bien con tu jefe, sin embargo, no obtienes ninguna remuneración a cambio.

Tendemos a demostrar más por lo que otros piensen de nosotras, que normalizamos explotaciones laborales, y ni siquiera nos damos cuenta de del daño que nos hacen.

Creemos que convertirnos en Workaholics nos llevará a cumplir con nuestras metas profesionales, por lo que llegamos aún más temprano a la oficina con la esperanza de que tengamos suficiente tiempo para cumplir nuestras metas.

Incluso trabajamos los fines de semana. El problema con esto es que cada día nos vamos sintiendo más cansados, haciendo que en la siguiente semana no rindamos igual.

Sumándole que el entorno social nos exige competir con los demás, compararnos y alejarnos de trabajar como equipo. Esto nos lleva a estar muy al pendiente de la validación, crítica y juicios externos.

Situaciones adversas ¿Cómo enfrentamos las dificultades?

Es importante saber que a lo largo de la vida atravesaremos por situaciones que no teníamos contempladas o que nos sacan de lugares de comodidad.

Al momento en que esto ocurre, nuestro sistema de defensa se activa, preparándose para atravesar la situación. Lo más común que podemos experimentar es miedo, enojo o ansiedad.

Tomando en cuenta lo comentado anteriormente, se nos dijo que sentir esto estaba mal. El resultado de esto es que comúnmente aparezca en nosotras sentimientos de inseguridad, la desconexión y la autocrítica.

Al pasar por esto, a muchas de nosotras nos es difícil identificar nuestras fortalezas y limitaciones, por lo que nos sentimos solas, expuestas y defectuosas.

¿Cómo nos afecta?

Tenemos miedo a la desconexión y al ser percibidas como imperfectas. Sentimos que no merecemos ser aceptados, lo que nos aleja de sentirnos queridas o como parte de algún lugar, y nos acerca a sentir el no merecer que reconozcan nuestros logros.

Hay una emoción de la cual no nos han hablado mucho: la vergüenza

La vergüenza nos impide contar nuestras historias y escuchar a otros contar las suyas; por eso silenciamos nuestras voces y guardamos secretos por miedo a desconectarnos.

Cuando sentimos vergüenza o miedo a la vergüenza tenemos más probabilidades de asumir comportamientos autodestructivos, de atacar o humillar a otras personas o de no mover un dedo cuando vemos que alguien necesita nuestra ayuda.

  • Despertar del trance de la desvalorización

Vivimos en una constante desvalorización con nosotros mismos, atrapados en una sensación crónica de quedarnos cortos, ya que nos autoevaluamos continuamente y siempre terminamos sintiéndonos insuficientes.

Temer que algo vaya mal, o que esté a punto de ir mal, irónicamente es parte de nuestro instinto de supervivencia.

El problema es cuando no podemos desactivar esa reactividad temerosa, ya que nos puede secuestrar el cerebro primitivo.

Nuestro cerebro necesita aprender a realizar nuevas conexiones neuronales que activen nuestra calma y la atención plena, cosa de la que el mundo digital nos ha alejado bastante. En la parte de la calma es donde accedemos a confiar en nosotras mismas, ser felices y sentirnos libres.

Y es ahí cuando nuestra inseguridad comienza a convertirlo en propio, pasamos de “algo está mal” a “yo soy el que está mal”, es tan inconsciente esta acción que ni siquiera nos damos cuenta.

Una vez que reconocemos nuestro sufrimiento, el primer paso es aprender a hacer una pausa cuando estamos pillados en nuestro sufrimiento.

Cuando hacemos una pausa, podemos responder a la prisión de nuestras creencias y sentimientos de una manera sanadora.

Lo segundo es la sanación, que consiste en ahondar en la atención. Es importante preguntarse: «Por debajo de todos los pensamientos negativos, ¿qué está pasando en mi cuerpo, en mi corazón, ahora mismo?». Es ahí cuando necesitamos ahondar mucho más en ser amables.

Pasamos de estar identificados con una persona que se desvaloriza, a ser la presencia compasiva que nos observa, acompaña y se hace cargo de la situación que se está atravesando.

Este cambio es un movimiento hacia la libertad. En el momento en que nos hacemos presentes y nos ofrecemos bondad —o una intención de bondad— a nosotros mismos. Comienza la verdadera transformación.

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